IoT y el fin de la privacidad
Cuando hablamos de IoT no nos referimos a la versión internacional de Operación Triunfo sino al desarrollo de lo que se denomina Internet de las Cosas (Intenet of Things) y que se refiere a las nuevas comunicaciones en Internet, no ya entre personas sino entre máquinas que intercambian datos entre si, conectadas normalmente a un programa de optimización y que aparte de usarse en procesos industriales, está empezando a llegar a los enseres cotidianos de nuestros hogares, con las ventajas e inconvenientes que ello puede suponer.
Asistentes virtuales y sensores en nuestro hogar.
Con la puesta en venta de Echo, la apuesta de Amazon para un altavoz inteligente conectado a un asistente virtual (Alexa) de aplicación doméstica, se ha dado el pistoletazo de salida para la conexión plena de los hogares, tanto con la web como de los aparatos entre ellos mismos. Este es solo uno de los múltiples dispositivos en el mercado, a la espera de la llegada del Google Home.
Estas conexiones pueden aplicarse a sensores térmicos, sensores de movimiento, cámaras de vigilancia, alarmas de todo tipo, electrodomésticos como frigoríficos, sistemas de calefacción y refrigeración, cocinas, bañeras inteligentes, lavadoras, etc. Casi cualquiera de los enseres electrónicos que habitualmente utilizamos son susceptibles de conectarse a la red y mediante una pequeña App, recoger datos sobre nuestros hábitos, necesidades, programación, etc, para, en teoría facilitarnos una vida más placentera.
Ahora con la posibilidad de acceder mediante comandos de voz a las aplicaciones instaladas en nuestro móvil o tableta, se abre un mundo casi ilimitado de control de los aparatos y servicios que vayamos sumando, desde elegir la música que deseamos escuchar, poner las luces a la intensidad adecuada o pedir una pizza sin utilizar las manos para nada. El desarrollo será mayor en el futuro a medida que las aplicaciones se mejoren y empiecen a utilizar parámetros de inteligencia artificial.
Menor seguridad y privacidad
Desde el punto de vista de la seguridad, no son tan buenas noticias, ya que todos los aparatos conectados están bajo la amenaza de ser hackeados desde el exterior, al estar conectados a la red y lo mismo que podríamos ordenar a nuestra bañera que se llenase de agua caliente a cierta hora, también un manipulador malicioso podría utilizar ese mismo programa para inundarnos la casa o robar imágenes de nuestras cámaras y difundirlas en la red.
Desde el punto de vista de la privacidad, está claro que actualmente todos nuestros movimientos y conversaciones están pasando por filtros gubernamentales que pueden acceder a nuestras conversaciones, mensajes telefónicos y saber en todo momento donde nos encontramos gracias a los GPS instalados en los teléfonos móviles. Ahora los nuevos dispositivos IoT, les permitirán saber, además, si hay alguien en nuestra casa, oír nuestras conversaciones en el hogar o conocer si nuestro frigorífico contiene habitualmente cerdo y alcohol (de lo que se puede inferir si somos o no musulmanes, por ejemplo).
Hacia una sociedad transparente (para algunos)
Está claro que va ser casi imposible conservar espacios de intimidad en el futuro. Ya definió McLuhan a nuestra sociedad presente como la Aldea Global y, en los pueblos pequeños, todo se sabe. Los espacios opacos serán cada vez más escasos y solo para aquellos que tengan la disciplina y los recursos para preservarlos. Es notorio que aquellos que controlan la información de todos suelen ser los primeros interesados en que nadie conozca nada de la suya. Es decir, los poderosos, legales o no, serán los que podrán permitirse este espacio opaco mientras los simples mortales estaremos expuestos a cualquier intromisión en nuestra intimidad. Como ha dicho John Le Carre en una de sus últimas entrevistas, actualmente el medio más seguro de transmitir un mensaje privado es una nota manuscrita.
La pregunta que queda en el aire es si ¿Podremos preservar nuestra intimidad en el hogar en un futuro próximo?
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